EL ECOSISTEMA AEREO

Otras plantas dotan con alguna porción de alimento a sus semillas voladoras, pero deben proveerlas de algún mecanismo para incrementar su superficie para así hacerlas flotar más tiempo: alas helicoidales por ejemplo, o “pequeños penachos lanosos”. En todos los casos de difusión por el viento solo una o dos semillas entre millones logra germinar y crecer hasta la madurez, pero son tantas las semillas liberadas que de todos modos este sistema ha logrado ser exitoso, llegando a poblar las zonas más alejadas y disímiles del planeta, como en el caso del musgo, de los hongos o de las orquídeas.
El viento arrastra también muchos insectos que a veces logran llegar vivos a destino; y también los arácnidos que parecieran hacerlo voluntariamente, pues subiendo a lo alto de alguna ramita fabrican un hilo que van soltando al viento y que cuando es lo suficientemente largo es capaz de arrastrarlas. Otros muchos insectos no solamente son llevados por los vientos y las brisas sino que vuelan en él, tienen alas; la característica de todos ellos es que no pueden mantener su temperatura corporal, y deben o bien calentar “motores” internamente, aleteando sus alas en el suelo, o bien calentarse al sol para poder volar; por eso varios de ellos, como los abejorros por ejemplo, tienen un cuerpo velludo que los ayuda a mantener el calor, o como las libélulas, que tienen sacos de aire aislantes.

Para las aves alzar el vuelo es un poco más difícil, el despegue es siempre lo que más requiere energía: para ello necesita mucho oxígeno para alimentar el potente músculo que une el esternón con el ala, y por esto es que tiene un corazón enorme para su tamaño (el corazón de un gorrión es dos veces más grande que el de un ratón); como están cubiertas de plumas, un aislante muy eficaz, no necesitan calentarse para emprender el vuelo.
Pero para las aves más grandes, y por lo tanto más pesadas, emprender el vuelo no es una tarea tan fácil; muchas de ellas no pueden empezar a volar sin la ayuda del viento: lo típico es que corran contra él, formando colchones de aire que la elevan. El albatros viajero, de alas muy largas, no puede batir sus alas con rapidez: por eso habita siempre en lo alto de las quebradas, dejándose caer en el aire; cuando se juntan a vivir en grupos, suelen hacer fila para los despegues.

Otras aves como los buitres africanos no habitan un medio ventoso, pero también tienen su técnica: se arrojan desde los árboles o corren y planean a ras de suelo sin intentar elevarse, hasta que llegan a una zona de aire caliente que los eleva; las zonas con vegetación son relativamente frías comparadas con las zonas rocosas, que no absorben el calor: el planeo avanza entonces hacia las zonas rocosas donde pueden elevarse; en el aire forman espirales de altura, aprovechando siempre la columna de aire caliente. Una vez bien arriba son capaces de mantenerse en la térmica, buscando animales muertos o heridos, o bajar nuevamente a planear para buscar una nueva columna: de esta manera pueden recorrer unos 100 km. por día. Cuando los buitres localizan alguna presa, por medio de su excelente olfato, se reúnen en grupos a disputársela; si quedan saciados ni siquiera pueden volar, teniendo que reposar sobre algún árbol cercano.
Pocas aves pueden planear tanto tiempo como los albatros y los buitres, quizás por que no tienen alas tan grandes; la mayoría de aves debe estar constantemente batiendo las alas para no caer, con un movimiento de remo, y controlando la dirección mediante la cola. La mayoría vuela de día, y todas tienen una vista excelente; el águila ve en la lejanía ocho veces mejor que un hombre; las lechuzas, aves nocturnas, han “sacrificado los detalles por la sensibilidad”: detectan todo tipo de movimiento con un mínimo de luz, con la décima parte de la que necesita un hombre; sus ojos son aún más grandes de lo que aparentan pues el cristalino se ensancha por dentro, por lo cual el globo ocular no deja espacio para los músculos, debiendo girar toda la cabeza para mirar a otra parte.
No hay ojo capaz de ver en condiciones de oscuridad total, pero si hay un par de aves capaces de seguir volando en tales condiciones: los guácharos (vencejos) y la salangana del sudeste asiático; viven en cuevas, y se guían por el eco de los chasquidos que emiten con cierta frecuencia, aumentando en la medida que se acercan a algún obstáculo; sus ojos son eficaces en la noche, pudiendo localizar fruta. Los murciélagos, que no son aves sino mamíferos, también utilizan ésta técnica pero más refinadamente; sus emisiones son mucho más agudas y más sensibles, a tal punto que les permite encontrar insectos en el aire. Los murciélagos además sorben el néctar de ciertas flores, algunos comen frutas, otros son capaces de alimentarse de peces en los ríos.

Los murciélagos también hacen grandes migraciones; buscan las cuevas adecuadas para pasar el invierno y parir en un ambiente adecuado; se conoce una migración de 20 millones de murciélagos hembras desde México hasta una gran caverna en Texas, 1500 km. más al norte; quizás se reúnen allí por las condiciones especiales del lugar y tantas, para calentar el ambiente para sus crías, que nacen desnudas.
Y también los insectos, como muchas especies de mariposas, hacen migraciones cortas o largas según la especie; la mariposa de la col europea vive tres o cuatro semanas, pero alcanza a recorrer unos 300 km., siguiendo una migración por etapas en que para con frecuencia si hay un lugar con buen alimento: no es fácil darse cuenta de su migración, que parece estar guiada por el sol y cuya finalidad no es sólo el destino sino descubrir nuevas zonas para alimentarse, procrear y depositar sus huevos.
Las mariposas monarcas viven casi un año; algunas de entre ellas, las que nacen en primavera, permanecen en el mismo lugar, cerca de los grandes lagos en Norteamérica, e hibernarán en el invierno; la generación otoñal vuela hacia el sur, sin parar casi, en un vuelo recto de 3000 km. hasta llegar al sur de Texas y el norte de México: con buenas condiciones pueden volar a 1500 m. sobre el suelo, mientras que cuando hay temporales prefieren guarecerse en bosques para no desviar su curso; se reúnen en valles conocidos y reposan por millones en coníferas usadas por muchas generaciones, hasta que llegue la primavera; entonces comienzan a excitarse, se aparean, y vuelven a emprender un vuelo reposado, alimentándose y parando cada 15 km. rumbo al norte; pocas llegarán a su lugar original pero en el camino habrán dejado numerosos descendientes que serán quizás encontrados por mariposas de la siguiente migración.
Pocas aves sobrepasan los 1500 m. de altura en sus migraciones, se han encontrado pinzones en esta elevación; también en algunas ocasiones estas mismas aves se han visto, mediante radar, volando a 6000 m., pero es excepcional y depende mucho de las condiciones eólicas. Sobre esta altura, un km. más arriba, no queda ni un rastro de oxígeno, y un poco más arriba no hay tampoco atmósfera; pero si se expone alguna placa a 6000 metros de altura se pueden encontrar semillas, polen e incluso insectos arrastrados por el viento.
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